La cuaresma es un tiempo de gracia en que se nos invita a volvernos hacia Dios, volver hacia Él todo lo que en nuestra vida anda torcido. Esto significa precisamente la palabra conversión:
Volvernos a Dios porque nuestros pecados nos alejan de él.
Como medios fundamentales para lograr estos la Iglesia nos propone que intensifiquemos nuestra oración, nuestro ayuno y nuestra limosna.
Particularmente los viernes, el día de la pasión del Señor, y el miércoles de Ceniza son días penitenciales en los que se nos invita a practicar con más intensidad la penitencia. Por eso la Iglesia nos pide que a todos sus hijos un gesto común de penitencia al abstenernos de comer carne esos días.
Además el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son días de ayuno. El ayuno se cumplen privándose de una comida principal (que puede sustituirse por una frugal colación) y no comer entre horas. La abstinencia obliga desde los 14 años y el ayuno desde los 18 y hasta los 59 años.